¿Sabes esos momentos en tu vida en los que necesitas un
cambio? Luciérnaga era una muchachita que esperaba eso con ansias. Ella se
sentía capaz de hacer muchas cosas, si aquel cambio la animaba. A veces parecía
que venía, otras veces, ese cambio se iba muy lejos de ella.
Luciérnaga quería crear un jardín de fantasía, tenía las
ideas y las ganas, pero no tenía ese cambio. También quería conocer un mundo
nuevo, pero no tenía ese cambio. A veces, se sentaba en la terraza a mirar las
estrellas, preguntándose cuándo llegaría ese cambio, y nadie respondía.
Puedes decirle a Luciérnaga; “el cambio debes buscarlo tú”,
pero nadie cuenta con que, a veces, ese cambio no se deja encontrar… Es como
ese chico listo al que nunca cogían en el juego del escondite. Luciérnaga
odiaba jugar al escondite con ese chico, pero era su amigo, igual que el
cambio, por eso lo respetaba y jugaban.
¿Qué hacemos mientras el cambio no se deja encontrar? La verdad,
no lo sé. Podría deciros lo que hacía Luciérnaga, pero… ¿de qué os serviría eso a vosotros? ¿Acaso
vosotros sois Luciérnaga? Lo único que puedo deciros es, que un día de tantos
en los que miraba las estrellas desde su terraza, se planteó la cuestión ¿qué
implicaría ese cambio que sigo buscando? Para su sorpresa, no se sentía
preparada para ese cambio, -No puedo creer que estuviese buscando ese cambio
por el día, y por la noche me quedase aquí contemplando las estrellas.-. Así
que Luciérnaga entró en su habitación, se tumbó en la cama y analizó sus
necesidades y sus carencias, luego buscó en su mente aquellas cosas que ella
quería que estuviesen en su cambio, le dio vueltas y más vueltas hasta que sus
ojos se cerraron y empezó a soñar con todo lo que le gustaba.
Al día siguiente sabía lo que tenía que hacer, sabía que
tenía que prepararse para acoger ese cambio de la mejor forma posible, necesitaba
fortalecer su mente, ser más ella misma y, en definitiva, sentirse preparada. Al
fin y al cabo, puede que el señorito Cambio estuviese escondido, esperando a
que tú estés listo para su llegada.
¿Cómo? Vaya, lo siento… no puedo contarte más, no puedo
contarte qué actividades o qué cosas realizaba, son cosas de Luciérnaga, y como
tal, son de ella. Tú harás cosas de ti mismo, aunque todavía no sabes qué cosas
hacer, las harás… Y si no me crees, ¿por qué has seguido leyendo?
1 comentario:
Muy bonito el cuento! :)
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